Breves reflexiones estéticas

Breves reflexiones estéticas

La belleza y la muerte caminan de la mano. La una emerge tras adquirir conciencia de la otra. La belleza siempre estuvo, siempre está y siempre estará alejada de cualquier forma. En cambio, la belleza en cuanto a idea surge cuando se confronta la finitud y el cauce de lo real se desdobla en fardos de heno arrastrados por la corriente; imágenes soñadas que se van diluyendo entre las aguas.

Este desdoblamiento es lo que experimentó Dorian Grey al ver su retrato por primera vez. “La obra perfecta”, la síntesis ideal de su esencia, de su juventud y de su vitalidad. Ese cuadro le quitó algo que no podría recuperar jamás. Resultado: angustia e impotencia ante la aceptación de que no hay palacios de hielo que puedan mantener su solidez ante las llamas del corazón. 

 

“La primera vez es la última”, me dijo una vez un profesor. Y qué razón tenía… En el momento en el que intentamos apresar lo bello, desaparece. La conciencia del tiempo que ya no volverá se nos enquista, sedimenta y va pudriendo nuestra voluntad. Cada invierno que pasa hace que valoremos más el ciclo de las estaciones, especialmente la primavera que trae consigo el renacer de las formas. La caducidad produce estímulos y experiencias cargadas de enseñanzas estéticas que permiten abrazar con mayor sensibilidad cualquier espejismo de permanencia bajo el paraguas de la conciencia.

Un hijo es un consuelo vital, su crecimiento facilita a madres y padres reintegrarse con el fluir de las cosas. Esto lo digo sin haber tenido contacto con la experiencia; sino imaginando, proyectando incluso. 

Estampa soñada: el abuelo dando de beber el biberón a su nieta bebé y la hija sacándoles una foto; ritmos que convergen sobre el mismo plano. El adulto está condenado a posar, a esconderse y perseguirse entre bambalinas. La recién nacida, en cambio, se agarra al impulso con la mirada.

La belleza habita en ella, en ella misma.

El que contempla demasiado siempre pierde algo.

 

Considero que no poseer una belleza que sobresalga puede tener sus ventajas si se mantiene el equilibrio justo entre apariencia y alma. La belleza más grande es la primera en colapsar bajo el influjo de mil miradas, como el torbellino de gotas que se entremezclan con los destellos púrpuras en un concierto de Prince. Lo más importante es dejarse atravesar por lo bello sin buscar conceptos, definiciones o comparaciones. La belleza más absoluta no puede tener forma, es una hipotética forma de formas hacía la que se tiende cuando el Ser prescinde de sus ropajes. 

La belleza que existe en lo particular está condenada a la contradicción derivada de su contemplación. El retrato que nos extirpa la atemporalidad.

 

 

16/03/2025, El Prat de Llobregat.

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