Viaje al centro de la Contradicción

Viaje al centro de la Contradicción

Pienso mucho en la contradicción, me seduce. Intuyo que buscamos orden en el caos, aunque en la mayoría de los casos no sepamos muy bien lo que hacemos. Si empezase a escribir mis pensamientos y razonamientos mediante una libre concatenación de ideas, ¿habría una tendencia a la integración, al orden, a la unidad? Merece la pena intentarlo y analizar el mecanismo mismo, el bucle; una palabra que, de alguna forma, ya contiene lo infinito. Existe un problema: Analizar un mecanismo influye en su funcionamiento, especialmente si este es un bucle; pienso aquí en la conciencia misma. Pensar sobre el caminar es pensar sobre el pensar. ¿Llegaríamos a algo si el pensamiento no tendiese a construir, a crear? Llegar a todo es no llegar a nada. ((P ∨ ¬P) ∨ (P ∧ ¬P)). ¿La totalidad anula?

En la proposición (P ∧ ¬P),  “P”  y  “¬P” existen simultáneamente. ¿Existe una regla más contradictoria que aquella que niega lo que contiene en sí misma? Pero cabría preguntarse si existir en una proposición equivale a existir en el mundo. Existir en una proposición de manera aislada a la articulación dinámica de la misma implica una existencia en tanto que elemento conceptualizable, enunciable, incluso visualizable. Aún así, no es la misma clase de existencia que la que se despliega en la temporalidad de la proposición, dónde actúan varias reglas relacionales que estructuran nuestro lenguaje. La proposición describe el mundo en base a nuestras capacidades cognitivas, los esquemas más esenciales de nuestra naturaleza se proyectan sobre nuestro despliegue conceptual. En cambio, cuando concebimos “P” y “¬P” de manera aislada, las aislamos del tiempo de la proposición y las podemos trasladar al tiempo del entendimiento; lo cual permite superponer sus respectivas existencias en un solo plano, como el niño que coloca un cromo semi-transparente encima de otro en su álbum para generar una imágen del conjunto. 

Si (P ∧ ¬P) es efectivamente una contradicción en el lenguaje, una de dos; o no existe una relación ontológica entre lenguaje y realidad, ya que el mundo a veces se nos presenta contradictorio; o no hay modo alguno de que el mundo albergue la contradicción, lo cual contradeciría el hecho de que a veces nos lo parezca. Por tanto, asumir el principio de no contradicción en el lenguaje supone, una de dos; o negar la capacidad de este para representar absolutamente la realidad, o negar todas las percepciones allende del lenguaje que nos inducen a concebir la existencia de la contradicción. 

Si (P ∧ ¬P) fuera contingente en su despliegue proposicional dinámico, significaría que; o bien que a veces dicho despliegue se corresponde con la concepción aislada de los elementos “P” y “Q” en la unidad atemporal del entendimiento, la cual puede hacer efectiva la contradicción en ocasiones mediante la superposición; o que el mundo efectivamente puede albergarla. Con la primera opción surgen limitaciones y brechas en nuestro lenguaje que dejan entrever en él un componente intencional, creador, o por lo menos interaccional respecto al mundo, el cual aparece como una imagen moldeada mediante el discernimiento en la que la contradicción convive entre lo real (o mejor dicho, lo que se nos aparece como real) eventualmente . Sin embargo, acogernos a la segunda opción supone; o bien aceptar la posibilidad de lo contradictorio en el mundo, o negar la correspondencia entre lenguaje y realidad. 

Si (P ∧ ¬P) fuera una tautología y el lenguaje se correspondiese con la realidad, poco más quedaría por decir. Si fuera una tautología en el lenguaje y aceptáramos que este no se corresponde necesariamente con el mundo, no podríamos construir sistemas de pensamiento definidos en el tiempo, pues no tendríamos ninguna base para construir certezas. Sólo habría una certeza, todo quedaría anulado. Me atrevería a decir que supondría el fin del pensamiento filosófico, nos perderíamos en esa misteriosa nebulosa entre el todo y la nada. 

En otras palabras, si nos ceñimos al despliegue argumentativo (que no deja de ser una producción proposicional dinámica) y nos negamos a aceptar la contradicción como parte de lo real , desembocamos ante dos escenarios; el primero nos lleva a aceptar la imposibilidad del lenguaje para describir el mundo, y el segundo a negar todos los casos en los que la contradicción se nos hace presente. Algunos ejemplos podrían ser el dilema de la onda y la partícula en física cuántica; la convivencia del amor y el odio, una voluntad desorientada, el autosabotaje, las emociones en conflicto, la paradoja del mentiroso, la alienación de las Redes Sociales, la muerte y el recuerdo, etc. Por otro lado, si el reflejo verdadero de las proposiciones respecto al mundo al que hacen referencia no existiese necesariamente, comportaría que no importa lo que expresemos con el lenguaje; la realidad siempre se nos escapará en su complejidad escurridiza. Estas palabras tampoco tendrían mayor sentido que un ejercicio creativo. 

En cambio, si admitimos que el mundo puede albergar la contradicción, e incluso que esta forma parte de su naturaleza; y estamos dispuestos a transformar nuestro lenguaje, a integrarlo con otros más esenciales, a tejer puentes, a deconstruir, a liberar las formas y vivificar las cadenas de nuestra concepción. Entonces se abren nuevos horizontes, no nos relegamos a una totalidad anuladora, sino que nos lanzamos a una incompletitud que nos invita a crear, a participar de su movimiento, a unificar. En lo personal, creo que es justamente hacia lo dinámico y lo cambiante a dónde hay que enfocar las preguntas. Quién sabe, puede que encontremos algo que permanezca inmutable en el camino.

Sigamos pues, explorando las sinuosas aguas de este río, o mejor dicho, de este torrente, de esta fuente de apariencia infinita a la que intento dar forma. Pero no mentiré, mis intuiciones más profundas me susurran que siempre iré cien pasos por detrás del presente. Y aquí estoy, intentando capturar a las mariposas con esa vieja red de sueños, miedos y esperanzas. Desplegar tiempo para intentar anular el tiempo, ser con otros para ser tú, ser tú para ser con otros, inspirar y ser inspirado; la rima es sofocada por la verdad. Explorar los límites de la contradicción es jugar con fuego, su indeterminación es libertad, pero también es una tormenta que puede hacerte trizas. Me agarro a algo, y ese algo me propulsa. El torrente es sofocante, la mano me tiembla. La íntima verdad de estas líneas escapa a la poesía, pero la necesita. Sin poesía no queda nada, pero… Lenguaje, palabras, las notas del piano caen fuerte… Qué sencillo es todo al final. Te busco en infinitas formas e intento que cada forma sea bella y sincera. Me entrego a la creación para no morir. Belleza, belleza sin florituras, sin premisas. Allá dónde el boli no pueda atraparme, ni tampoco la mente. Ahí me libero, ahí voy… 

El ruido del mundo entra, efectos de lo práctico, ecos de algo que ahora no puedo gestionar. Quizás después ordene todo esto en un soneto. O que le den, que les den. No sé, ¿vives para ti o para ellos? El círculo del tú puede ser enorme o minúsculo, pero es ahí, ahí… En esta búsqueda hay algo tan brillante como trágico, los rostros de los hermanos se confunden entre las máscaras de los villanos. Cuanto dolor, cuanta verdad que se pierde entre los hilos delicados. Muchos se hicieron grandes, miles de promesas al aire, luego pequeños, tantos otros masacrados a sabiendas, sonrisas pérfidas. ¿Cuántas sacudidas puede aguantar el navegante de este mar? Quieren arrancar las flores de este yermo absurdo, confluencia del Ser. Está bien no tener todas las respuestas, habrá belleza mientras quede un solo pétalo. Y es bueno saber que cuando la fatiga amenaza, la orilla siempre es un buen lugar para hacer parada. La brisa, la arena y las olas se bastan por sí mismas; en cambio, si Lucrecio, Machado o cualquier viejo amigo quiere venir a saludar, tiene que pedirle permiso al pan y al mar.

04/06/2024. El Prat de Llobregat 

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